viernes, 14 de junio de 2013

14. El sitio perfecto

-Ni con Carol ni con Alma, “nada de sexo” –repetí por quinta vez aquella tarde-. Para eso ya os tengo a vosotros, ¿no? –bromeé.

-A no ser…  -se rió Julio levantando repetidas veces las cejas en su pose más sexy.

-A mí esas cosas no me van, soy más de masturbarme –dijo sobrio Yoel.

Julio y yo lo miramos sin saber si tomárnoslo en serio o no y al final estallamos en carcajadas.

-Pero, a ver –repetí-. ¿Qué significa “Nada de sexo”?

-Joder, qué pregunta tan difícil –bromeó Julio.

-Si ni siquiera nos hemos acostado…

-Bueno, tú sí, con Inés –me golpeó Yoel.

-Pero acostarse con una ex no cuenta –me defendió Julio-. Os lo digo yo.

-Claro, además, ahora significa que puedo tener todo el sexo que quiera con las mujeres que quiera, ¿no?

-Que va, joven padawan –dijo Julio dándome unas palmaditas en la espalda-. Una tía nunca quiere que te acuestes con otras y más si te dice que no quiere acostarse contigo. Lo que Alma necesita es una buena polla.

Yoel negó con la cabeza y le pegó un sorbo a su té helado. Miré con tristeza el botellín de cerveza que descansaba en la mesa. Sin ir al Baco, sin el bueno de Dionisio, emborracharse era demasiado caro y hacía tiempo que no me salía curro. Pero eso de ir a una tetería a media tarde…

Paseé la mirada por el local. Por todos los rincones se veían quinceañeras tomando refrescos. La decoración parecía la del puticlub al que nos había llevado una vez el Chupacabras. Por todas partes había un señor de madera con los ojos cerrados. Cuánta razón tenía, aquello era un muermo. Una tetería…

-Me largo, señores, no soporto estar aquí –dije levantándome de golpe.

-Nosotros nos quedamos –contestó Julio-. A ver si con las nenas de ahí consigo algo.

Señaló con la cabeza a un grupo de chicas que se reían de forma escandalosa.

-Pedófilo –le acusé riéndome.

-Inversión de futuro, claval –me guiñó el ojo.

-Te dejo que me invites, Julio, la próxima paga Yoel.

Estuve dando vueltas por la ciudad y al final pillé el cercanías para ir a hablar con Carol. A aquella hora Alma estaría en la juguetería y podríamos hablar con tranquilidad.

“Buenos Días” me deseó el cartel del residencial, pero en el piso no estaba Carol. Me senté en las escaleras que daban acceso a la puerta de entrada. En la acera aún se veían unas manchas rojas y negras. Viendo aquellas gotas de mi sangre, de alguna forma, me sentí bien, como si aquella acera formase parte de mí. Me miré la mano, me conté los dedos y lancé un suspiro.

Estuve un buen rato observando a la gente. La mayoría tendrían más o menos mi edad, estudiantes de la universidad. A esas horas Carol no tardaría en aparecer por allí.

-Perdona, ¿llevas fuego? –me preguntó un tío de unos treinta años.

Iba vestido con una americana y corbata e inconscientemente me miré la ropa. La verdad es que mis vaqueros pedían a gritos una renovación y la camiseta tenía demasiados chinotes. Le lancé el mechero y se encendió un Ducados. Aprovechando, me saqué el tabaco y empecé a liarme uno.

-No, no, hombre –me dijo ofreciéndome la cajetilla y sentándose al lado en el escalón-. Toma uno de éstos.

-Gracias –le dije-. Qué lujo, que le líen a uno el tabaco –bromeé.

Se rió con elegancia y le dio una calada a su cigarro.

Nos quedamos los dos callados. No llegaba a ser incómodo, cada uno estaba en su propio universo. Nunca había probado un Ducados y me estaba llegado al alma. Tenía un sabor oscuro, que arañaba a su paso hacia los pulmones.

Pasaron un par de chicas de unos dieciocho años y se le quedaron mirando. Él les guiño el  ojo y ellas soltaron un par de risitas tontas y se fueron apresuradas dentro del edificio. Me quedé más tranquilo pensando que no era gay.

-Como adolescentes –dijo el tío.

-Bueno, alguna no estaba mal. Universitarias –afirmé como si aquello zanjase el asunto.

-Sí, universitarias –afirmó.

Llevaba la barba perfectamente recortada y el pelo peinado con gomina hacia atrás. Debíamos parecer una pareja de lo más extraña. Al mirar su camisa impecablemente planchada me puse a estirar instintivamente mi camiseta.

Se levantó un momento, subió a la puerta del residencial  y volvió a venir.

-¿Esperas a alguien? –le pregunté.

-Sí, tú igual, ¿no?

-Sí, igual.

-Nunca había estado aquí –comenzó a explicar-. Es el sitio perfecto –dijo lanzando una mirada alrededor.
Seguí su mirada pero no entendí lo que quería decir y me quedé en silencio. Bajé la cabeza y me encontré la sangre seca en la acera.

-Es un buen sitio –afirmé con convicción.

-Sí, lo es. Me gusta ir a sitios nuevos –continuó-. La ciudad está llena de lugares en los que nunca he estado. En una ciudad así, grande, es normal, pero siempre se me hace especial ir a un sitio nuevo.

-¿Por algo en concreto? –le pregunté saboreando el cigarrillo.

-Por algo muy sencillo. Si las cosas sólo nos ocurriesen en nuestro barrio, o cerca de casa, en los bares conocidos, condicionaríamos esos lugares con todo lo que nos ha pasado. Qué se yo, imagina que tienes un accidente en esta calle –lo miré levantando las cejas y afirmé lentamente-, esta calle pasará a ser un sitio especial, de algún modo.

-Sí, el recuerdo queda en esta calle.

-Sí, el recuerdo queda en esta calle. Pues entonces, piensa en todos los lugares nuevos y vírgenes en los que puedes tener recuerdos algún día. Si dejas que todo te pase en el mismo sitio, al final los malos y los buenos recuerdos se te mezclan.

Me entraron ganas de huir de allí. Pegué una fuerte calada y noté que se me erizaban las neuronas. Me lo acabé mucho antes que él y volvió a ofrecerme otro. Lo saqué de la cajetilla y se la devolví.

-Si no aparece Carol, me voy a terminar tu tabaco –le dije riéndome.

-¿Carol? –preguntó.

-¿La conoces?

-No, no la conozco, pero es a quien estoy esperando –dijo, sin más.

-¿Pero la has visto alguna vez?

-No.

-¿Entonces?

-Me han dicho el timbre y lo que hago es sentarme a esperar. ¿Tú sabes quién es? –me preguntó. Esperó a que afirmase- Bien, así no tengo que levantarme a tocar de nuevo.

Volvimos a quedarnos callados. La escena se me escapaba.

-¿Carol es tu novia? –me preguntó a bocajarro.

-No, no –contesté con prisas-. No es mi novia.

-Entiendo –afirmó riéndose de forma elegante.

-Es una buena amiga –afirmé-. Ya sabes, nada de sexo.

-Sí, cuando no hay nada de sexo se le suele llamar amistad.

-A no ser que sea una ex –dije riéndome al recordar a Julio.

-Claro, a las ex te las puedes tirar cuando quieras –afirmó serio.

Estuvimos un buen rato esperando en silencio y al final apareció Carol. No se puede decir que se alegrase especialmente de verme.

Se acercó y me dio dos besos.

-La famosa Carol –dijo aquel tío.

-Sí –dijo ella sin entender- Y tú eres…

-Soy muchas cosas pero me llaman Uve. –Carol giró la cara y se me quedó mirando con los ojos abiertos como platos-. He venido a recoger las cosas de Alma.

3 comentarios:

  1. He llegado aquí de casualidad, saltando de blog en blog pero creo que me voy a quedar.

    :)

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  2. Hola, Alice. Me alegro que hayas llegado aquí y así mismo me alegro que estés dispuesta a quedarte. En breve -tendré que encargarme de ello- llegará la siguiente parte. Problemas con la disciplina. Muchas gracias por tu comentario.

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