-¿Alma?
¿Problemas? ¿Pero tú me has visto? No creo que esté preparado...
-Pues te
jodes. Todo esto es por tu culpa, así que tendrás que estar preparado. ¡Cómo se
te ocurre...!
-¡Carol,
Carol! ¡Tranquilízate! –hizo una seña a Dionisio para que nos sirviese algo-.
Está bien, venga, cuéntame qué ha pasado... No puede ser tan grave.
Los
recuerdos de la noche anterior se agolparon en mi mente. No sabía bien por
donde empezar a contárselo y fui soltando las cosas según venían a mi mente.
Cuando Alma
terminó de vomitar y terminaron los aplausos, Martín se quedó en el baño para
darse una ducha. Alma salió con lágrimas en los ojos. Yo estaba esperándola en
la cocina, pero se fue corriendo del piso. Rápidamente cogí todas nuestras
cosas y fui tras ella.
Me dijo que
necesitaba emborracharse y, a duras penas, conseguí llevarla primero a mi piso
para que se diera una ducha. Le di algo de ropa limpia y nos fuimos.
-Al Baco no.
En el Baco estará Martín. No quiero volver a verle.
Sugerí
varios sitios, pero todos le recordaban a Uve o alguna parte de su pasado a la
que no tenía ganas de enfrentarse aquella noche.
Se detuvo
frente a una gran puerta. Había un portero gordo delante con cara de pocos
amigos, y se escuchaba un gran estruendo procedente del interior cada vez que
se abría. El garito tenía pinta de tener aún menos ventanas que el Baco (que
sólo tenía una, en el aseo de mujeres) y de ser más oscuro que las
profundidades de una caverna. Pero Alma se paró justamente frente a esa puerta,
sobre la que se podía leer “Eskorbuto” en letras de neón azul.
-Aquí.
Me arrastró
dentro, ante la curiosa y divertida mirada del portero, que no se atrevió a
decir ni una palabra.
-Dos
whiskys, por favor –pidió al camarero.
No me atreví
a decir nada. Me limité a beber y observar a mi alrededor, mientras la música
heavy a todo volumen machacaba mis tímpanos. Me despisté un momento y, al darme
la vuelta, vi que Alma estaba charlando animadamente con un chico bastante mono
escondido detrás de una larga perilla. Su amigo se acercó a hablar conmigo.
-Seguro que
no tienes ni idea de la maravilla que estás escuchando ahora.
-Pues no, la
verdad.
-Es
Korpiklaani, un grupo de folk metal de Finlandia.
-Qué
interesante... Cuéntame más... –lo dije sarcásticamente, pero el tío pareció no
entenderlo (o no querer entenderlo) y siguió hablando de un montón de cosas que
no me interesaban en absoluto.
Cuando
conseguí quitármelo de encima, vi que Alma estaba demasiado contenta con su
nuevo amigo y fui a ver qué ocurría.
-Tronca, tu
amiga es muy divertida, deberíais venir más a menudo.
-Alma,
¿estás bien? ¿Quieres que vayamos a otro sitio?
-Claro que
está bien, ¿no ves lo que se está divirtiendo?
-La has dado
algo, ¿verdad? No es normal que esté así. Y menos después de todo lo que ha
ocurrido hoy.
-¡Eh, eh!
Tranquilita, que yo no la he obligado a nada. Me vio comerme un tripi y me
pidió uno... y yo no niego un poco de alegría a un corazón deprimido.
-¿¡Que has
hecho qué!? ¿Le has dado droga a Alma? ¡Dios mío! No sé cómo he consentido que
acabásemos en un lugar así... ¡Alma! ¡Venga, Alma! ¡Nos vamos a casa!
-¿A casa?
Venga, Carol... ¡un ratito más! ¿No ves lo divertido que es esto?
Conseguí
sacarla del local y paré un taxi que nos dejó en la puerta de casa. Por el
camino, Alma iba como en una ensoñación. Temí que le estuviese pasando algo,
pero al entrar en casa empezó a llorar.
Sin que yo
dijese nada empezó a hablar. Me serví una copa de whisky, y un vaso de agua
para ella, y me limité a escuchar. Me habló de Uve, de lo feliz que era a su
lado. De cómo decidieron vivir juntos y compartir el resto de sus vidas. De
cómo la convivencia fue mermando la relación. De cómo el sexo acabó siendo lo
único que les unía. De cómo el sexo empezó a fallar después. De cómo Uve la
dejó en un local sin ventanas. Me habló de la punzada que sintió cuando
descubrió que Martín se había acostado con Inés esa misma noche. “Me lo había
prometido”, dijo.
Yo dejé que
se desahogase y que sacara toda la mierda que llevaba dentro. Después tuvo un
momento de lucidez y me pidió que le contase cosas, que si tenía que estar
triste, también quería escuchar mi mierda. Y yo, por culpa del alcohol, le
conté más de lo que me había atrevido a contarme a mí misma.
Me remonté a
aquella noche hacía cuatro años. Acababa de cumplir los 22 y era muy feliz con
Mario. Él vivía solo y yo pasaba más tiempo en su casa que en la mía. Dormía
allí la mayoría de las noches y tenía
mucha de mi ropa en su armario.
Aquella
noche era la fiesta de cumpleaños de un buen amigo. Por la tarde habíamos
tomado un par de copas, pero había que coger el coche para ir al local. Conduje
yo, pues había bebido menos.
Llegó una
curva mal tomada y mi coche se estrelló contra un árbol. Mario murió en el
acto. Yo estuve varios meses en el hospital. Nunca había logrado recuperarme, a
pesar de estar un par de años yendo al psicólogo. Decidí estudiar filosofía
después del accidente.
Tras contar
todo esto a Alma me quedé titubeando. Pensé que quizá había hablado demasiado.
Al fin y al cabo, dos días antes estaba temiendo que me hubiese robado algo por
haberla dejado sola en mi casa, y ahora estaba viviendo conmigo y yo le había contado
algo que jamás me había atrevido a contar.
Pero Alma
era lista y sabía que mi titubeo no se debía sólo a la desconfianza. Sabía que
no le había contado todo.
-Hay algo
más, ¿verdad? –no me atreví a responder-. Tranquila, no te voy a pedir que me
lo cuentes. Simplemente quiero saber si hay algo más.
Afirmé con
la cabeza mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Alma me abrazó. Un
escalofrío me recorrió la espalda. Llevaba años necesitando un abrazo como ese,
y nadie había sido capaz de dármelo.
Decidimos
que era hora de acostarnos y nos fuimos cada una a su cuarto. Alma apareció en
el mío unos minutos después diciendo que no podía dormir. Se metió en mi cama y
me besó. No fue nada sexual, fue un beso dulce, una expresión de amistad más
que otra cosa. Pero yo estaba borracha y vulnerable y convertí ese beso en una
noche de pasión desenfrenada.
Al
despertarme por la mañana, Alma no estaba. Había una nota en mi escritorio, “Lo
siento, Carol”.
-Tienes que
ayudarme, Martín.
-¿¡Os
acostasteis!? –le eché una mirada fulminante y comprendió-. Vale, vale. Me dio
la dirección de Uve para que fuese a por sus cosas... Tal vez podríamos empezar
por ahí.
Esta claro que hay que felicitarte, acabas de marcar un tanto. Nos desvelas algo del pasado pero no todo, encauzas la historia e implicas a dos de los personajes en una noche de pasión, sin duda no los esperados, puro morbo para mas inri. Las posibilidades para Lucia en desarrollar la historia en un sentido o en otro están claras, pero estamos pasando de los capítulos de presentación a la acción directa. La verdad es que no pensaba en que dieras un paso tan decidido pero lo hiciste y te mojaste de lleno, y de paso abres opciones a los demás personajes. Ahora habrá que ver que destino le depara Lucia a Martin, la última vez se la jugó. Brillante esta entrega. Si acaso cambiaría lo de "en una noche de pasión desenfrenada" por un texto más extenso, sin que fuera explicito pero que explicase un poco más el desencadenante. Con todo no pierde el brillo, la verdad es que lo estoy pasando en grande con esta historia a tres bandas.
ResponderEliminarAquí estoy. Sigo vivo pese a las fechas en las que andamos. Magnífica continuación de este proyecto. Me gusta como el personaje va profundizando en sí mismo, contando cosas de su pasado, mezclando todo con esa atmósfera de desesperación que agita el relato. Imagino una coctelera llena de veneno, hielo y limón. Me gusta como van apareciendo esos datos sobre el pasado de Carol y que aún falte algo más, que quede ese cabo suelto de misterio que seguro que se entrecruza con la vida de los demás protagonistas. Totalmente de acuerdo con ender en lo de "una noche de pasión desenfrenada" aunque no me importaría que fuese algo explícito, pero creo que sí le falta ese pequeño desencadenante. Me imagino a las dos lamiéndose entre ellas sus heridas -literal y metafóricamente- en esa noche de dolor y pura tortura. La pregunta "¿¡Os acostasteis!?" me saca la sonrisa y me parece que se tenía que preguntar, pese a las obviedades, Martín no da para más. Para el próximo te voy a pedir que te pierdas algo más. Te marcas el objetivo y llegas con una frialdad increible que tengo que aplaudir, pero aún me gustaría que te perdieras más por el relato, quizá no tanto como yo que termino por liarme, pero sí un poquito más. En nada a ver qué hace Lucía, como siempre un peligro. Aprovecho para desearos a todos unas buenas y breves navidades.
ResponderEliminar¡Pues otra mas que llega tarde! Ya te comenté que este habia sido tu mejor capitulo. Me parece que has sabido arriesgar y llevarlo hasta el final, y nos ha sorprendido a todos.
ResponderEliminarCarolina se empieza a dejar ver, pero sueltas que aún hay mas, y nos deja claro que ningun personaje se va a salvar de ser complejo.
En cuanto al sexo, estoy de acuerdo con Ender y Venerdi. A mi me gusta que al coño se le llame coño, y que si se mete un dedo o dos que se diga. jaja.
Brava Noelia.