miércoles, 19 de diciembre de 2012

9. Problemas


-¿Alma? ¿Problemas? ¿Pero tú me has visto? No creo que esté preparado...

-Pues te jodes. Todo esto es por tu culpa, así que tendrás que estar preparado. ¡Cómo se te ocurre...!

-¡Carol, Carol! ¡Tranquilízate! –hizo una seña a Dionisio para que nos sirviese algo-. Está bien, venga, cuéntame qué ha pasado... No puede ser tan grave.

Los recuerdos de la noche anterior se agolparon en mi mente. No sabía bien por donde empezar a contárselo y fui soltando las cosas según venían a mi mente.

Cuando Alma terminó de vomitar y terminaron los aplausos, Martín se quedó en el baño para darse una ducha. Alma salió con lágrimas en los ojos. Yo estaba esperándola en la cocina, pero se fue corriendo del piso. Rápidamente cogí todas nuestras cosas y fui tras ella.

Me dijo que necesitaba emborracharse y, a duras penas, conseguí llevarla primero a mi piso para que se diera una ducha. Le di algo de ropa limpia y nos fuimos.

-Al Baco no. En el Baco estará Martín. No quiero volver a verle.

Sugerí varios sitios, pero todos le recordaban a Uve o alguna parte de su pasado a la que no tenía ganas de enfrentarse aquella noche.

Se detuvo frente a una gran puerta. Había un portero gordo delante con cara de pocos amigos, y se escuchaba un gran estruendo procedente del interior cada vez que se abría. El garito tenía pinta de tener aún menos ventanas que el Baco (que sólo tenía una, en el aseo de mujeres) y de ser más oscuro que las profundidades de una caverna. Pero Alma se paró justamente frente a esa puerta, sobre la que se podía leer “Eskorbuto” en letras de neón azul.

-Aquí.

Me arrastró dentro, ante la curiosa y divertida mirada del portero, que no se atrevió a decir ni una palabra.

-Dos whiskys, por favor –pidió al camarero.

No me atreví a decir nada. Me limité a beber y observar a mi alrededor, mientras la música heavy a todo volumen machacaba mis tímpanos. Me despisté un momento y, al darme la vuelta, vi que Alma estaba charlando animadamente con un chico bastante mono escondido detrás de una larga perilla. Su amigo se acercó a hablar conmigo.

-Seguro que no tienes ni idea de la maravilla que estás escuchando ahora.

-Pues no, la verdad.

-Es Korpiklaani, un grupo de folk metal de Finlandia.

-Qué interesante... Cuéntame más... –lo dije sarcásticamente, pero el tío pareció no entenderlo (o no querer entenderlo) y siguió hablando de un montón de cosas que no me interesaban en absoluto.

Cuando conseguí quitármelo de encima, vi que Alma estaba demasiado contenta con su nuevo amigo y fui a ver qué ocurría.

-Tronca, tu amiga es muy divertida, deberíais venir más a menudo.

-Alma, ¿estás bien? ¿Quieres que vayamos a otro sitio?

-Claro que está bien, ¿no ves lo que se está divirtiendo?

-La has dado algo, ¿verdad? No es normal que esté así. Y menos después de todo lo que ha ocurrido hoy.

-¡Eh, eh! Tranquilita, que yo no la he obligado a nada. Me vio comerme un tripi y me pidió uno... y yo no niego un poco de alegría a un corazón deprimido.

-¿¡Que has hecho qué!? ¿Le has dado droga a Alma? ¡Dios mío! No sé cómo he consentido que acabásemos en un lugar así... ¡Alma! ¡Venga, Alma! ¡Nos vamos a casa!

-¿A casa? Venga, Carol... ¡un ratito más! ¿No ves lo divertido que es esto?

Conseguí sacarla del local y paré un taxi que nos dejó en la puerta de casa. Por el camino, Alma iba como en una ensoñación. Temí que le estuviese pasando algo, pero al entrar en casa empezó a llorar.

Sin que yo dijese nada empezó a hablar. Me serví una copa de whisky, y un vaso de agua para ella, y me limité a escuchar. Me habló de Uve, de lo feliz que era a su lado. De cómo decidieron vivir juntos y compartir el resto de sus vidas. De cómo la convivencia fue mermando la relación. De cómo el sexo acabó siendo lo único que les unía. De cómo el sexo empezó a fallar después. De cómo Uve la dejó en un local sin ventanas. Me habló de la punzada que sintió cuando descubrió que Martín se había acostado con Inés esa misma noche. “Me lo había prometido”, dijo.

Yo dejé que se desahogase y que sacara toda la mierda que llevaba dentro. Después tuvo un momento de lucidez y me pidió que le contase cosas, que si tenía que estar triste, también quería escuchar mi mierda. Y yo, por culpa del alcohol, le conté más de lo que me había atrevido a contarme a mí misma.

Me remonté a aquella noche hacía cuatro años. Acababa de cumplir los 22 y era muy feliz con Mario. Él vivía solo y yo pasaba más tiempo en su casa que en la mía. Dormía allí la mayoría de las noches y tenía  mucha de mi ropa en su armario.

Aquella noche era la fiesta de cumpleaños de un buen amigo. Por la tarde habíamos tomado un par de copas, pero había que coger el coche para ir al local. Conduje yo, pues había bebido menos.

Llegó una curva mal tomada y mi coche se estrelló contra un árbol. Mario murió en el acto. Yo estuve varios meses en el hospital. Nunca había logrado recuperarme, a pesar de estar un par de años yendo al psicólogo. Decidí estudiar filosofía después del accidente.

Tras contar todo esto a Alma me quedé titubeando. Pensé que quizá había hablado demasiado. Al fin y al cabo, dos días antes estaba temiendo que me hubiese robado algo por haberla dejado sola en mi casa, y ahora estaba viviendo conmigo y yo le había contado algo que jamás me había atrevido a contar.

Pero Alma era lista y sabía que mi titubeo no se debía sólo a la desconfianza. Sabía que no le había contado todo.

-Hay algo más, ¿verdad? –no me atreví a responder-. Tranquila, no te voy a pedir que me lo cuentes. Simplemente quiero saber si hay algo más.

Afirmé con la cabeza mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Alma me abrazó. Un escalofrío me recorrió la espalda. Llevaba años necesitando un abrazo como ese, y nadie había sido capaz de dármelo.

Decidimos que era hora de acostarnos y nos fuimos cada una a su cuarto. Alma apareció en el mío unos minutos después diciendo que no podía dormir. Se metió en mi cama y me besó. No fue nada sexual, fue un beso dulce, una expresión de amistad más que otra cosa. Pero yo estaba borracha y vulnerable y convertí ese beso en una noche de pasión desenfrenada.

Al despertarme por la mañana, Alma no estaba. Había una nota en mi escritorio, “Lo siento, Carol”.

-Tienes que ayudarme, Martín.

-¿¡Os acostasteis!? –le eché una mirada fulminante y comprendió-. Vale, vale. Me dio la dirección de Uve para que fuese a por sus cosas... Tal vez podríamos empezar por ahí.

3 comentarios:

  1. Esta claro que hay que felicitarte, acabas de marcar un tanto. Nos desvelas algo del pasado pero no todo, encauzas la historia e implicas a dos de los personajes en una noche de pasión, sin duda no los esperados, puro morbo para mas inri. Las posibilidades para Lucia en desarrollar la historia en un sentido o en otro están claras, pero estamos pasando de los capítulos de presentación a la acción directa. La verdad es que no pensaba en que dieras un paso tan decidido pero lo hiciste y te mojaste de lleno, y de paso abres opciones a los demás personajes. Ahora habrá que ver que destino le depara Lucia a Martin, la última vez se la jugó. Brillante esta entrega. Si acaso cambiaría lo de "en una noche de pasión desenfrenada" por un texto más extenso, sin que fuera explicito pero que explicase un poco más el desencadenante. Con todo no pierde el brillo, la verdad es que lo estoy pasando en grande con esta historia a tres bandas.

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  2. Aquí estoy. Sigo vivo pese a las fechas en las que andamos. Magnífica continuación de este proyecto. Me gusta como el personaje va profundizando en sí mismo, contando cosas de su pasado, mezclando todo con esa atmósfera de desesperación que agita el relato. Imagino una coctelera llena de veneno, hielo y limón. Me gusta como van apareciendo esos datos sobre el pasado de Carol y que aún falte algo más, que quede ese cabo suelto de misterio que seguro que se entrecruza con la vida de los demás protagonistas. Totalmente de acuerdo con ender en lo de "una noche de pasión desenfrenada" aunque no me importaría que fuese algo explícito, pero creo que sí le falta ese pequeño desencadenante. Me imagino a las dos lamiéndose entre ellas sus heridas -literal y metafóricamente- en esa noche de dolor y pura tortura. La pregunta "¿¡Os acostasteis!?" me saca la sonrisa y me parece que se tenía que preguntar, pese a las obviedades, Martín no da para más. Para el próximo te voy a pedir que te pierdas algo más. Te marcas el objetivo y llegas con una frialdad increible que tengo que aplaudir, pero aún me gustaría que te perdieras más por el relato, quizá no tanto como yo que termino por liarme, pero sí un poquito más. En nada a ver qué hace Lucía, como siempre un peligro. Aprovecho para desearos a todos unas buenas y breves navidades.

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  3. ¡Pues otra mas que llega tarde! Ya te comenté que este habia sido tu mejor capitulo. Me parece que has sabido arriesgar y llevarlo hasta el final, y nos ha sorprendido a todos.
    Carolina se empieza a dejar ver, pero sueltas que aún hay mas, y nos deja claro que ningun personaje se va a salvar de ser complejo.
    En cuanto al sexo, estoy de acuerdo con Ender y Venerdi. A mi me gusta que al coño se le llame coño, y que si se mete un dedo o dos que se diga. jaja.
    Brava Noelia.

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