miércoles, 21 de noviembre de 2012

5. Me duele el alma

Julio estaba hecho más mierda que yo y sólo respondía con monosílabos. Así no se podía, así no había manera. Encima Yoel y el Chupacabras no venían y nos habían cargado el muerto.

-No –me indicó mientras conducía hacía el local.

Me quedé mirándolo sin entender y seguí liándome la alegría.

-No –volvió a indicarme-. No demos esa imagen, para una vez que nos contratan... –añadió haciendo el puto mayor esfuerzo de su vida.

Adiós a la alegría. Abrí la guantera, me vacié los bolsillos y la cerré de una patada cargándome la portezuela. Julio me miró abriendo a duras penas los ojos y maldiciendo entre dientes. Julio y su resaca de mala muerte. Al menos cuando bebía no le daba por llorar como a Yoel, ni a cantar como al Chupacabras. Habíamos dormido dos horas, me dolía la cabeza y, en fin... Adiós a la alegría.

Aparcamos a dos manzanas y en una cafetería desayunamos. Entré a lavarme la cara al aseo y el secador de manos me destrozó el poco buen humor que me quedaba. Al salir me encontré a Julio durmiendo con la cabeza apoyada en una mano. Oportunidad única.

-¿Qué? –se despertó Julio cuando le di un golpecito a la mano y la cabeza dio un vuelco hacia la mesa.

-Entra a lavarte. No demos esa imagen...  –le dije.

Fuimos andando al local para despejarnos. Qué raro era levantarse tan temprano y ver brillar así el sol, con toda aquella gente armando aquel ruido que castañeaba al fondo de los ojos. Llegamos  y nos atendió el encargado. Un tío o algo así de Yoel. Nos pusimos a apartar algunas de las mesas para dejar hueco y trajimos la furgoneta hasta la puerta para ponernos a descargar el equipo. 

-Estoy harto de montar la batería de Yoel.

-Ya... –musitó Julio.

-Anda, ayúdame con el sonido –le indiqué-. Ve a traerme el cable del woofer mientras coloco esto.

Julio salió y me dejó enfrascado colocando altavoces. Todo iba a cámara lenta y cualquier golpe que daba al colocar el equipo hacía un ruido de mil demonios.

 -No, ése no. El cable rojo.

Julio se largó y volvió con todo los cables y me los lanzó encima. Lo fulminé con la mirada  pero no cayó fulminado. Quizá pasaron dos siglos pero al fin conseguimos desenmarañar todo aquello y sin previo aviso Julio empezó a dar un solo a la guitarra que me vibró en el hipocampo. 

-Bájale –gruñí.

-Hombre, hay que ensayar.

Sin hacer caso volvió a la guitarra y volvió a desgarrarme las neuronas.

-Voy a por la armónica –maldije.

Fui a la furgoneta. Pero la puta armónica no estaba por ninguna parte.

-Ya te has vuelto a olvidar la armónica. ¿Siempre te la tienes que dejar en tu casa? ¿Qué soy, el de sonido y ya está? Siempre igual. 

Me fui dando un portazo. Ya estaba harto. Salí y me largué con la furgoneta. A la mierda todo. Cada mes lo mismo. Cada vez que conseguíamos un concierto pasaba igual. Estaba harto de todo.

Llegué al piso y traté de relajarme con una alegría pero no tenía ganas ni de sonreír. Paseé la mirada por la salita: la ropa tirada por todas partes; el friegue de tres años acumulándose en la pila; el olor a cerrado, sudor y costo; aquella sensación de vacío pese a estar todo lleno... Le di una patada al sofá. Adiós.

-Dame un billete para el primer tren que salga –espeté a la dependienta.

-¿Le interesa un bi... 

-El que sea –la corté.

La vendedora empezó a hablarme de mala forma sobre no sé qué trasbordos mientras me imprimía los billetes. Pagué con la tarjeta y subí al primer tren que paró.

Último vagón. Me senté dando pestes a todos los de alrededor y traté de relajarme mirando a la gente que vagaba por la estación. El tren salió al minuto y empezaron a sonar unos altavoces de megafonía con demasiado volumen:

-Ultima estación “Residencial Buenos Días” Cinco minutos –sonó con una voz diferente para cada frase.

Buenos Días... Qué alegría” pensé. No se puede escapar de esta ciudad. 

Bajé del tren sin saber hasta dónde había llegado en 5 minutos de libertad. Me dolía la cabeza, tenía sueño y no conseguía huir de todo aquello.

Me senté en el primer banco que había cerca y al poco escuché una voz a mi lado:

-Hola.

Me quedé mirándola, descolocado.

-¿No te acuerdas de mí?

-Sí, sí, me acuerdo –dije reaccionando al fin-. No-Inés. –afirmé casi con dolor.

-Carol, mejor –me corrigió dándome dos besos que me vibraron en los tímpanos y sentándose a mi lado en el banco. –Te he visto bajar del tren, ¿también vienes de la universidad?

-Sí, no, bueno, no.

Carol me miró extrañada y empezó a sonreír.

-Sí y no. Le caerías bien a Heisenberg.

Ahora era yo quién la miraba extrañado.

-Un físico.

-¿Estudias física?

-No, filosofía. –dijo con una sonrisa orgullosa.

-Puff, me duele alma, lo mismo tienes cura para eso –le dije presionándome los ojos con los dedos.

-¿Quieres venir a mi piso? –preguntó con simplicidad.

Me permití dar un breve repaso a su cuerpo y una sonrisa fue brotando en mis labios. Cuando llegué a sus ojos me di cuenta de que se había sonrojado.

-Quiero decir –comenzó a corregirse-, que lo mismo aún está Alma allí. Y si quieres te puedo dar alguna pastilla o algo.

Me solté una carcajada que me automutiló y me levanté del banco mareándome. 

-Me alegra que no se la diésemos a una violadora como sospechó Julio. Aunque lo mismo has tenido una noche de sexo lésbico... consentido –insinué medio en broma medio en serio.

-No, ha sido una lástima, ¿verdad? –dijo sonriendo.

-Por cierto, ¿dónde estamos? –pregunté mirando alrededor. 

Me miró sin entender la pregunta, esperando que le diese más información. 

-Al parecer me he equivocado de tren. Debería haber ido a... –¿A dónde debería haber ido? 

Saqué el billete de tren.

-A Marsella... Tendría que estar camino de Marsella.... ¡Dios, dios, dios! –exclamé mirando el precio del billete– La de la estación me la ha hecho. Tendría que haber sido más educado con ella.

Carol me miraba sin entender nada.

-Me he perdido –afirmé sin más, para darme cuenta después de todo lo que ello significaba.

Caminamos un buen rato hablando en murmullos para evitar los latigazos de resaca.

-Parece que estemos en la biblioteca –se rió.

-Yo hace años que no voy a una. 

-Eso será porque no estás en la universidad... –indagó.

-Se  supone que debería. Pero no me veía 3 o 4 años metido en ninguna parte. –Carolina me miró con extrañeza. – Llegué a la ciudad y empecé otra vida.

-Yo en cambio me iré de aquí, cuando termine la carrera. Me levantaré, haré la maleta, pillaré un tren y nadie me volverá a ver el pelo –dijo con determinación.

Aquel comentario me sacó una sonrisa. La miré, tan diferente a aquella Inés con la que la había confundido. Ahora me daba cuenta de que todo eran diferencias.

-¿Hola? –preguntó Carolina nada más entrar al piso– Se habrá ido –afirmó cuando no obtuvo respuesta–. Espera en la salita –me indicó señalando el pasillo y entrando en un dormitorio en el que se veía la cama deshecha.

Era un salón pequeño pero lleno de objetos. Por todas las paredes se veían estanterías llenas de libros, un tocadiscos, algunos cuadros y... una chica durmiendo en el sofá. 

Ya no llevaba maquillaje y se había puesto una camiseta ancha bajo la que se veían unas braguitas con dibujos de corazones. Parecía más aún una princesa con aquella naturalidad que me avasallaba. Instintivamente me entró hambre.

-¿Quieres un caf...

-Tss –indiqué a Carol llevándome un dedo a los labios. Demasiado tarde.

En un segundo, Alma abrió los ojos, me miró sobresaltada, se estiró la camiseta para taparse y salió corriendo por el pasillo.

-¡Bonitas bragas! –bromeé tirándome en el sofá y dejándome envolver por aquel olor a mujer.

-Son mías, ¿eh? –se rió Carolina saliendo al pasillo–. Pon la cafetera, anda. Voy a ver si me apaño con esta chica.

Con un esfuerzo increíble me levanté del sofá y fui hacia la cocina. Al rato regresaron, Alma ya con pantalones, y Carolina tomó el relevo.

Alma tenía una sonrisa triste y serena que me dolió. Tenía la imagen de verla llorando y pasada por agua pero no estaba preparado para verla así.

-¿Qué es ese olor? –preguntó Alma cuando me dio dos besos. 

-Trabajo en una floristería. –improvisé bromeando.

-Me encantan las flores –dijo Alma mientras se le iluminaban los ojos.

-A mí se me mueren todas las que planto. Aquí no da lo suficiente el sol –dijo Carolina desde la cocina.

Alma y yo nos quedamos mirando en silencio la sombra de Carol haciendo y deshaciendo por la cocina.

-Tampoco te líes –le dije-. Yo estoy ya acostumbrado al café de máquina, al tabaco de liar y al porno amateur. 

-Para una vez que tengo invitados, tengo que portarme como una buena anfitriona –dijo ignorando el resto de mi filosofía barata y volviendo con tres bandejas con un café y unas pastitas de canela en cada una. Se me quedó clavada la imagen humeante de aquel café, con ese olor intenso que irradiaba y la aspirina descansando junto a la cucharilla.

-¿Has dormido bien? –pregunté a Alma.

-Sí, sí, llevo toda la mañana durmiendo. Me he duchado y todo, pero me he vuelto a quedar dormida. 

-A mí me ha tocado madrugar, me duele todo. 

-A mí me duele un chichón en la frente, se ve que me di algún golpe. –dijo llevándose la mano a la cabeza.

- Aguantas la resaca mejor que yo –disimulé riendo y notando un picor breve en la frente.

-Tampoco bebí mucho –se exculpó.

Carolina y yo estallamos a reír. 

-Casi consigo meterte en el piso. Se me cerró la puerta del ascensor cuando aún estabas a mitad y pensaba que te iba tener que meter por partes. 

-Eso sería por el Manhattan ese que bebió.

-San Francisco –corrigió Alma con una risita y mojando una pastita en el café.

-¿Y se puede saber que te pasaba? –pregunté con simplicidad.

-Qué poco tacto –me recriminó Carol lanzándome una mirada de odio.

Me giré y vi que a Alma se le humedecían los ojos. 

-Nosotros celebrábamos que damos un concierto esta noche, al que vais a ir, ¿no? –intenté salir del paso.

 -¿Tocas en un grupo? –preguntó Alma casi con la voz quebrada.

-La armónica. Julio toca el bajo y Yoel la batería. No sé si te acordarás de ellos. Aparte está el Chupacabras... No encontramos un vocalista mejor –me dije con pesadumbre.

-¿Por?

-Bueno, el Chupacabras es, pues eso, el Chupacabras. 

Seguimos charlando un rato sobre música hasta que me llamó Julio de mejor humor y preguntándome que donde había dejado la furgoneta.

-La he tirado por un barranco –le dije, y colgué.

Me levanté para irme cuando vi una foto colgada en la pared.

-¿Dionisio? –pregunté a Carolina mientras observaba la foto. Se veía a Dionisio con unos años menos, riéndose ya con esa sonrisa enigmática, junto a una mujer que sin lugar a dudas era la hermana de Carolina. 

-Es mi cuñado. Ya me dijo que te conocía. “La panda de Martín”

-Así es como propuse que se llamase el grupo. Pero no me hicieron caso. Ahora somos “Los Bacanales” idea de tu cuñado.

Qué extraño era el mundo. Como cuando conoces a alguien y te lo cruzas por todas partes. Al fin y al cabo, ¿dónde estaba? Acompañado de aquellas chicas que acaba de conocer y en un piso tomando un café tras intentar volver a cambiar mi vida por quincuagésima vez.

-¿Quieres que te acompañe a casa? –le pregunté a Alma mientras me iba hacia el pasillo.

-No tengo donde ir –dijo con voz seria-. Tengo todo en casa de Uve y no quiero verlo.

-Bueno, se quedará unos días en tu piso, ¿no? –le pregunté a traición a Carolina, guiñando un ojo a Alma.

-Sí, si no te importa –añadió rápida Alma con luz en los ojos.

Carolina me miró, le sonreí y se dio por vencida.

-Tengo un colchón y un somier de esos con patas. Esta noche dormís en mi piso y nos lo traemos a la mañana con la furgoneta de Julio; si es que sé donde la he metido. Si apartamos esa estantería y el tocadiscos, podemos hacerle hueco.

Carolina me volvió a mirar, esta vez dolida, y añorando ya aquel orden que empezaba a desmoronarse.

-Pues os veré esta noche si no me largo a Marsella –dije saliendo del piso.

6 comentarios:

  1. Tremenda resaca y tremendo despertar, me hubiera reido de haber terminado en Marbella. Vuelven a confluir los personajes y con mucha vitalidad, la presencia de las féminas le quitó la resaca de golpe y hasta lo puso ingenioso,si ya lo dice el refran. Como te dijo amets, seducen sin descripcion. Y como dice otro refran, hoy me desperté refranero, no está hecha la miel para la boca del asno. Habrá que ver si tu personaje sabe estar a la altura de las expectativas en este juego tripartito que seguro estais disfrutando.

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  2. Entro otra vez porque se puede interpretar mal mi comentario. Me refería a las expectativas que has abierto en este relato.

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  3. Muchas gracias por tus comentarios, ender (tres contando el de TusRelatos, así me gusta)
    Hablando un poco sobre la historia, quisimos "corregir" algunos desvíos que encontramos para ir enriqueciendo más la historia. Si te fijas en los tres primeros, la historia gira en torno a Alma, que es el detonante. Sin embargo, nos habíamos limitado a redactar con tres narradores diferentes una acción que pertenecía exclusivamente a Alma. Lucía en "Despertares" creo que ha creado un relato más coral. Aquí he querido buscar más a este personaje, Martín, y después cruzar las historias gracias a los recursos que None y Lucía dejaron en sus últimas partes. Además, voy abriendo la trama para que podamos ir encajando una historia "principal" (que aún desconocemos). Lo cierto es que va todo muy improvisado y nos limitamos a tratar algunas cosas puntuales, dejando total libertad a cada autor. Me alegra que te resulte estimulante.
    Se podía malinterpretar -mirando desde lejos y con cierta mala leche- pero se entendía lo que querías decir.
    Muchas gracias por tu visitas, ender.
    Ahora nos toca dejarnos sorprender por None. A ver con qué nos deleita.

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  4. Me dejas en un punto muy interesante con todo lo del concierto, un nuevo personaje, Alma en mi casa... Me gusta, me gusta.

    Creo que el relato está llevado impecablemente, con diálogos claros y conseguidos y una idea de "escapar" que acaba en buen puerto.

    Será un reto para mí continuar, pero ya tengo alguna idea que espero tener tiempo de plasmar como yo quiero...

    El juego continúa.

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  5. Me encanta la naturalidad con la que ocurren los echos. Has creado un ambiente fresco, y trazado muy bien a los otros personajes. Sin duda, logran cautivar.

    Espero que el relato avance en esta dirección, sin duda es muy jugosa.

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  6. Me ha llamado la atención lo de Heisenberg y su relación con la física. Un detalle muy curioso y que consigue sacar una sonrisa cómplice a algunos lectores como yo. Si desarrollas el susodicho personaje y metes a un Walter White en la historia esto puede desencadenar consecuencias imprevistas (siempre en el buen sentido). Me ha gustado el guiño a Breaking Bad, pues estoy casi seguro de que lo has puesto por eso más que por el propio físico alemán Warner Heisenberg.

    Me gusta la importancia que le has dado en esta ocasión a Martín, que aporta al desarrollo un punto de vista distinto al que hasta ahora se venía viendo. Efectivo y bien llevado. Disfrutas del ritmo de la narración, juegas con él y disfrutas con el juego. Se te nota suelto y cómodo y vives la historia tan intensamente como lo haría el propio personaje, y eso se nota en el relato. Cada día eres mejor escritor, de eso no me cabe la menor duda.

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