miércoles, 31 de octubre de 2012

2. Un chupito de sobriedad

–¿Qué hace un antro como tú en una chica como ésta? –le preguntó Julio. Estaban los dos igual de borrachos y en el Baco la filosofía era beber hasta la cirrosis.

–¿Estás bien? –le pregunté a la chica mientras sacaba lo mejor de mí desde lo profundo de una burbujeante ensoñación.

–Pues claro que no está bien, ¿no la ves llorando? –me recriminó Julio desde detrás de la neblina.

–Se puede llorar de felicidad.

–Sí, de la felicidad de estar en este antro con nosotros.

La chica parecía haberse materializado de la nada. En aquel momento me la imaginé viajando en una máquina del tiempo desde una fiesta de graduación de los años 80 y apareciendo en  aquel bar, como si tras 30 años hubiesen derribado aquella discoteca y hubiesen construido el Baco, un fénix que renaciese de sus cenizas, un fénix feo, oscuro y sin ventanas.

–No, no pasa nada –musitó desde detrás de aquellas mejillas manchadas de rímel.

–Claro que pasa –siguió Julio a lo suyo–. Debe ser por eso que estás bebiendo. ¿Qué le estás poniendo, Dionisio?

–Whisky con cola –nos contestó Dionisio con esa sonrisa enigmática con la que contestaba a cualquier cosa.

–Otra vez mezclando whisky con eso. No sé cómo puedes dormir por las noches –le respondí dolido–. Ponle un whisky doble. Invita la casa, ¿no?

El solícito Dionisio nos sirvió un whisky a cada uno. La chica quitó la pajita de su cubata y con un gesto sencillo lo puso en el whisky y siguió bebiendo como si fuese un zumo de piña. Julio y yo nos reímos a carcajadas. Pese a la incongruencia, no pude dejar de pensar que era la mayor muestra de respeto que había visto hacia un whisky en toda mi vida.

–Éste de aquí es Julio, yo soy Martín y éste es Yoel –nos presenté.

La chica miró dubitativa el espacio vacío que señalaba pero no dijo nada.

–Yo soy Alma –dijo mientras se secaba con delicadeza una lágrima que se había quedado suspendida en su mejilla. Julio y yo nos quedamos con la boca abierta mientras mirábamos cómo se movía, con esa elegancia que nos hacía sentirnos sucios y no sólo por mirar las piernas que nos regalaba con su vestido.
 
–Encantado, Alma –dijo Julio retornando del más allá– pues, como te decía, hemos seguido tu rastro de migas de pan y hemos terminado aquí.

–Se llama Alma, no Gretel –le corregí.

–Pues entonces no debería haber dejado las migas de pan.

–Quizá se había perdido en el bosque.

–Claro, por eso ha llegado a esta casita de chocolate.

–Y tú eres la bruja.

–No, el príncipe que viene a salvarla. –se soltó Julio.

–¿Pero no la salvaba su padre?

–No creo que Alma tenga ganas de que venga su padre y la vea así.

Alma nos miraba sin saber muy bien qué hacía allí, pero el alcohol la mantenía en la silla, como a Julio y a mí. Cada vez que pensaba en largarme al piso me encontraba con que un sonriente Dionisio nos había vuelto a rellenar los vasos. Era una de sus noches melancólicas, la que tenía un par de veces al mes, y en las que siempre teníamos la suerte de estar presentes para que no llevase la cuenta de lo que nos servía.

–¡Y me trae a este sitio! –exclamó Alma sin venir a cuento mientras daba un gran sorbo con la pajita.

Julio y yo nos miramos sin saber a qué se refería.

–¿Tu padre?

–El sitio perfecto –balbuceó mientras volvía a beber whisky y comenzaba a llorar de nuevo.

Daba la sensación de que ni siquiera sabía que estábamos allí. Dos rondas más y estábamos los tres apoyados en la mesa mirando al horizonte.

Al límite de la fisiología, me levanté y fui bailando jotas  y emes hasta el cuarto de baño.

–Me parece que te estás equivocando.

–¿Cómo?

–Que éste es el aseo de mujeres.

Acababa de abrir la puerta y antes de dejarla salir yo ya había intentado entrar por lo que tuvo que retenerme. La miré y me quedé paralizado. Se parecía muchísimo a Inés, pero no era Inés, era algo así como una Inés sin ser Inés, una No-Inés, que la negaba y la contenía. Necesitaba un whisky.

–Vaya... No-Inés, ¿me puedes indicar cómo llegar hasta el de hombres?

La chica me acompañó hasta la puerta contigua, a un eterno metro de la puerta del aseo de mujeres. Abrió la puerta y sujetándome el hombro me indicó dónde estaba el urinario.

–Si quieres puedes entrar a ayudarme, No-Inés –le ofrecí educado.

–No, mejor no, y no me llamo ¿Noinés?

–¿No? Vaya, ni me ayudas ni te llamas No-Inés. ¿Y cómo te llamas? –le pregunté mientras luchaba con la cremallera del pantalón.

–Noinés no –dijo riéndose mientras me abandonaba a mis quehaceres.

Tras la batalla regresé comadrejeando junto a Inés y Julio.

– ¿Sabes a quien acabo de ver, Inés? –le pregunté.

–Me llamo Alma –masculló bebiendo con una pajita de un vaso de whisky.

–A tu doble.

–¿A la doble de Inés? –preguntó Julio con los ojos cerrados –. A quien no deberías cruzarte es a la genuina, vamos, te la tendrá jurada.

Me quedé mirando a la chica que sollozaba a mi lado. Todo era exactamente igual que aquella  noche de hacía un año.

–Venga, no llores –intenté consolarla mientras le acariciaba la mejilla y le peinaba el pelo tras la oreja. Estaba preciosa manchada de maquillaje, con los ojos llorosos y brillantes, y con ese vestido nuevo que nunca le había visto–. Estas cosas pasan, Inés.

–¿Es que ya no me quieres, Uve? –me preguntó bebiendo con una pajita el último sorbo de whisky. ¿Whisky con pajita? ¿Uve? Había demasiadas incongruencias.

Me acerqué a darle un beso, el último, para hacer la despedida lo más dura posible, para recordar eternamente ese dolor. Teníamos que sentirlo todo de la forma más pura  posible, tanto el amor como el dolor, y el amor hacía tiempo que no lo sentíamos así.

–Hombre, Dionisio, ¿quieres dejar de sacarle whisky a la chiquilla? –Escuché una voz a mi espalda–  Lo siguiente qué es, ¿el cloroformo, una cuerda y llevarla a tu furgoneta?

De repente tomé un chupito de sobriedad y sentí como mi cabeza chocaba contra la cabeza de aquella chica. Me giré para ver como Yoel impedía que Dionisio siguiese sirviéndonos whisky y volví a girarme para ver cómo Alma se llevaba la mano a la cabeza justo dónde nos habíamos chocado.

–¡Yoel! –se despertó Julio–. ¡Únete a la fiesta!

–¿La fiesta? Pero si ya ha acabado... Además, estáis muy pasados.

Miramos las mesas vacías a nuestro alrededor. Ya sólo quedábamos nosotros y Dionisio limpiando la barra con esa sonrisa enigmática en los labios.

–Han sido un par de whiskys, hombre. –nos defendimos Julio y yo.

–Yo sólo he bebido un San Francisco –musitó Alma.

–¿Se está bebiendo una ciudad? –preguntó extrañado Yoel.

–Será todo el alcohol de la ciudad –se rió Julio.

Me apoyé en Yoel y me levanté. Entre los dos ayudamos a Alma pero no conseguía mantenerse en pie, así que la apoyamos en nosotros y nos arrastramos como pudimos hacia la salida.

–¿Y ahora qué hacemos con ella? –preguntó Julio en el momento de mayor lucidez de la noche.

4 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta. Es genial, me ha hecho reír y sentirme borracha. Esos giros Alma-Inés-No-Inés son fabulosos...
    Además, el punto donde lo has dejado para que retome yo es perfecto y me da buenas ideas...
    Enhorabuena!

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  2. Da igual lo que cuentes, siempre lo haces rozando la perfección. No tienes nada que envidiar a un escritor profesional. Y mención aparte merece la cantidad de recursos con los que cuentas y la inventiva de la que haces gala, que en esta ocasión has contenido para no salirte antes de tiempo de los límites de la historia marcados por Lucía, pero estoy convencido de que esos cimientos se tambalearán más adelante, dando un giro radical a la trama. Espero ese día, pero por el momento disfruto de lo que nos has ofrecido en esta ocasión, que es sensacional.

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  3. He esperado a releerlo para comentarte. Guarda secretos escondidos y imagenes encantadoras. Incongruencias... ese rotundo amigo de los borrachos. Me gusta como el narrador ha logrado transmitir el estado en que se encontraban. La atmósfera es brillante y el final del capitulo deja con sed de mas. Estoy deseando saber que le pasará a la dulce Alma ¿Donde amanecerá?¿Sola? Bravo Venerdi.
    Esperaremos con impaciencia al proximo miercoles para leer la continuación de Noelia.

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  4. Muchas gracias a los tres por los comentarios.

    Me alegra que te hayan gustado esos giros, None. Lo cierto es que me parecían algo arriesgados pero creo que al final han sido efectivos. El final es que tenía que ser así. Es lo bueno que tiene escribir por partes, uno la lía y después se desentiende.

    Muchas gracias por tu comentario, Gonzalo. Haré uso de mi falsa modestia y diré que no me merezco ciertos halagos (aunque me los merezca). No era tanto ajustarme a los límites marcados por Lucía como al objetivo de introducir más personajes para ir preparando la historia que venga o pueda venir. El giro de la trama supongo que vendrá por el propio desarrollo de estos primeros pasos y también por el riesgo que estemos dispuestos a asumir cada uno de nosotros. Vaya hacia donde vaya la historia creo que sí será necesaria la creación -posiblemente inconsciente- de un "objetivo" que cree una historia, sería algo así como "justificar" por qué contamos esta historia y no otra(aunque pueda parecer que se justifica por sí misma en el hecho de ser contada).

    Lucía, como le comentaba a None, creo que era una apuesta arriesgada ustilizar esos recursos "incongruentes" para crear la historia, pero me alegra mucho que te haya gustado la atmósfera y esa idea de estar "borrachos". Me sentía satisfecho pero una vez que la crítica es tan buena, le hace sentir a uno que ha cumplido con un trabajo bien hecho.

    Ahora a esperar a None y después a Lucía, a ver qué le preparáis a nuestros personajes. Miedo me da.

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